25 agosto 2006

VACACIONES


Me voy de vacaciones. Para las vacaciones me pongo un traje nuevo. Y cuando vuelva, volveré a vestirme de color azul, como siempre.
De todas formas allá donde voy procurare visitar esta página para contar algo de vez en cuando...
Y estas vacaciones, de verdad que ya las estoy necesitando!
Y me voy al mar. Y me voy al mar. A la mar. El mar. La mar.
La mar. La mar.
El mar...

23 agosto 2006

Venga, vamonos al cine...


Cambiemos el chip----------
Tenemos estreno. Que la gente lo vea!
Os acordáis de los pregoneros?
Pues eso.
¡ DE PARTEEEE DE LA PRODUCTOOOORAAA SE HACE SABEEEEER QUE EL DOMINIGO VEINTISIETE DE ESTE MEEEEES SE PROYECTARA EL COOOOORTO COMO MAMAAAAAÁ, DE NUESTRO PAISANO J. L. FDEZ HURTADOOOO! ...
Bueno, en serio, se proyectará en una hospedería muy maja donde además está la celda donde murió Quevedo y que puede visitar todo el que pase por allí.
Además de en la Hospedería, y para quien guste de un alojamiento más familiar, hay varias casas rurales en el pueblo. Por ejemplo una que está en la misma plaza mayor y que es de unos amigos mios. Está genial. Se llama "La posada de Juan de Vargas". En este lugar, además, se rodó una de las escenas del corto, así que también es protagonista de esta historia.
Esperamos que sea un éxito, y si alguno de los que leen estas páginas se decide a pasarse por allí, será recibido con los brazos abiertos...

22 agosto 2006

en verano


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La soledad es grande como la distancia entre las dos galaxias más remotas del universo. La soledad es tirana y traicionera. Pone palabras torpes en la boca y se queda el llanto atascado en un rincón remoto del corazón, atrapado y silencioso. Y hay una mano que se tiende hacia el vacío y no acertamos a conectar con el destinatario. Y los años pasan y van dejando un lastre de recuerdos luminosos que ya no pueden recuperarse nunca. Y ahora esa persona que tú eras ya no existe. Y el olvido no acaba de hacer su tarea y duele no poder expresar las querencias.
Y hay un hueco grande entre lo que se quiere decir y lo que realmente encuentra el camino fuera, palabras torpes y sin sentido que no conducen a nada.
Y lloré. Lloré en la noche de fuego por todos los encuentros terminados, por todas las risas que no volverán. Por los silencios y por las ausencias. Lloré por todo lo que no va a repetirse y por el miedo que me clava a esta soledad tirana. Ese miedo estúpido donde a veces nos refugiamos.
El fuego baila en la oscuridad burlándose de los que ya no estamos, los que ya no danzamos con él.
Lloré porque ya no tengo fuerzas. Y la noche pasó sin dejar poso, sólo un cansancio enorme, mientras otros vivían lo que yo ya no me permito...

Mil hogueras en una noche de verbena.

17 agosto 2006

UFF!!

SE ME HA CAIDO EL MAR ENCIMA!




Por cierto, mirad esto, este hombre es que es un punto...

MADRID



Me gusta Madrid. Estos días he tenido tiempo de mirarlo con algo de tranquilidad. Caminar por sus calles amplias y abiertas. Cruzar el Retiro deteniéndome en rincones sosegados. Mirar los peces en el estanque mientras el sol lo inunda de luz. El sonido de tambores lejanos. Y más alante, el Madrid viejo de edificios señoriales, el jardín botánico lleno de plantas exóticas. El paseo de Recoletos sombreado por arboles centenarios en serio peligro de extinción...
El martes por la noche adentrarse por el barrio de Huertas y cenar en una taberna gallega que normalmente está a tope de gente, pero ahora es agosto y es fácil encontrar mesa, y comer una ración de pulpo tan sabrosa como si la estuvieras degustando en la misma Galicia, esa Galicia castigada por el fuego provocado por personas sin corazón.
En la calle de Narváez, por la mañana, estos días he visto un chico desgreñado aprendiendo a tocar la flauta. Lanzando notas sin ton ni son mientras la gente pasa a su lado indiferente, y solo le falta una serpiente danzando delante de sus ojos para parecer un encantador del antiguo Bagdad.
Madrid está hecho para disfrutarlo y descubrirlo sin prisas. Y eso no es fácil. Yo vivo en Madrid, pero apenas puedo disfrutarlo, está ahí cerca pero los días transcurren sin que yo pueda verlo. Voy al trabajo andando, llego en 10 minutos, y allí me paso todo el día hasta las ocho de la tarde. Y cuando salgo el día está a puntito de acabar, y ya no hay tiempo y estoy cansada y casi siempre lo que más me apetece es llegar a casa y tomarme un té con tostadas y Madrid se queda ahí fuera, como un sueño.
Por eso a veces quiero irme de aquí.
Madrid está a mi alcance pero no puedo disfrutarlo. Y tiene además otra cara. Las prisas. El metro en hora punta. El tráfico terrible llenando de humo negro las calles. La gente que corre a su destino sin mirarte. La indiferencia. Esa soledad que te atrapa y que te aisla en algunos momentos, aunque haya multitudes.
Por eso quiero irme. Y venir de vez en cuando a encontrarlo de nuevo, sin prisas.
Hoy me gusta Madrid. Y a veces lo odio...


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14 agosto 2006

Pasos







Un paso. En principio consiste en dar un paso. Los pies avanzando uno detrás de otro. Y después seguramente empezar a correr para alejarse todo lo posible. Lejos. Muy lejos. Subiendo, tal vez. Hacia un punto de luz donde las ideas se vislumbran completas. Donde se ve todo claro.
La verdad es que a mí me cuesta ver las cosas claras, como norma general.
Pero hay que lanzarse. Y pensar que todo va a ir bien, porque es tu vida lo que está en juego. Darte una oportunidad y confiar en tus fuerzas. En tu imaginación y en tu talento. Que seguro que lo tienes.



Es porque tienes que salir de aquí. De esta cárcel que está acabando a pasos agigantados con tus pobres neuronas.
La vida que se te va sin vivirla. Y tienes que negarte a perder más dias, porque cada uno es un tesoro.


Esto pasa por volver al trabajo.
Hay trabajos mucho más amables.

El equipaje está listo. Es verdad que queda mucho por hacer, pero siento que voy hacia allá, sin pausa, mis pies conocen el camino.

11 agosto 2006

Hay que ver cómo está blogger esta mañana... No me deja arreglar la entrada anterior!!

LA BELLEZA


Hay guerras. Hay incendiarios y odios.

La tierra va muriendo poco a poco.

La sonrisa es un recuerdo lejano

que se agosta en el olvido.

Está lejos el tiempo de los veranos luminosos.

Y ya no nieva en Navidad.

Las manos buscan en vano una caricia que no llega.

Hay un silencio triste en los ojos de los gatos.

Las ballenas gritan.

La luna llena se asombra de no poder ya

gobernar las mareas...




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04 agosto 2006

Piñones



Piñones en mi huerta. Los había a montones por el paseo central flanqueado por los pinos centenarios. Con un cubo de metal en mano nos dedicábamos a recogerlos. Miles de piñones negrísimos y en su punto.
El verano en mi huerta. Anocheceres de colores increíbles. El cielo inmenso. El agua en la piscina que al principio era sólo una alberca, donde habitaban las ranas y los zapateros, flotando en la superficie alegremente.
Allí pasábamos los veranos. Era una delicia levantarse y darse un baño directamente para despertar. Desayunar en una mesa grande y redonda de mármol blanco, en medio del césped mullido junto a la casa. Ponerse a leer tranquilamente en la tarde mientras llegaba el ocaso, esos atardeceres de mil colores que pueden contemplarse en mi tierra de amplios horizontes.
Allí escuché por primera vez el lenguaje del silencio, ese susurro que viajaba hasta mis oídos a través de las hojas de los chopos. Unos chopos altísimos y bailarines que jugaban con el viento.
Aquella era mi casa. Mi lugar en el mundo, donde yo siento que la tierra conecta conmigo. Mi casa siempre aunque ya no sea nuestra, aunque la hayamos perdido y ahora se haya convertido en una terraza de verano.
Ya no puedo ver la piscina donde aprendí a nadar. Otros la disfrutan. Otros que nunca sabrán la historia de ese lugar, que dudo mucho que sepan qué lenguaje puede hablarse allí, al menos el que yo aprendí a pronunciar sin palabras.
En mi corazón es mía. Es mi huerta.
Todos los años y los sueños y las tardes y los amaneceres y las risas y los juegos.
Son míos.
Esta mañana en el Retiro encontré unos piñones. La nostalgia me visitó y me trajo recuerdos imborrables. Seguí mi camino en esta ciudad extraña.
Con unos cuantos piñones en la palma de mi mano.



03 agosto 2006

LLUEVEN BOLLOS DE CHOCOLATE

Un paseo al comenzar el día. Como llueve a cántaros en casa me calzo unas botas de agua y me pongo un chubasquero amarillo, y de esta guisa me lanzo a la calle a caminar, con el ánimo expectante, por ver hasta dónde soy capaz de mojarme los pies. La calle está tranquila a estas horas. Y me gusta mi caminata matutina, llego hasta un barrio familiar junto al Retiro. Subo por la calle Ibiza y en lugar de llegar hasta Narváez prefiero adentrarme en las calles aledañas, más tranquilas, y voy dando saltitos con mis botas de goma mientras admiro esos edificios antiguos tan hermosos, de cuando las cosas se hacían bien. Y llego a O' Donell y me doy cuenta que ahí mismo está mi origen, en esa calle nací. Me gusta mi calle. Y el barrio entero.

Y llueven gotas azules de un agua cristalina y paraguas de colores vivos y hermosos que pasea la gente con orgullo, algunos sin darse cuenta de la suerte que tienen. Suerte de poder pasear a todas horas con ese agua limpia que les cae encima a borbotones.
Y llueven bollitos de chocolate, y ensaimadas, y tartas de crema y si se oye algún estruendo son fuegos artificiales.
Y llueven niños que pueden permitirse ser caprichosos, a los que no les falta de nada y que son felices y no lo saben.
No saben aún que viven en el mundo del agua, que el agua les rodea por todas partes, que aquí en esta parte del mundo nunca dejará de llover.
Y recuerdo otros mundos más secos, donde no llueve nunca agua limpia. Donde los niños sólo ven arena seca y muerta. Y si oyen estruendos, corren a refugiarse al lugar más escondido, y lloran, y gritan, y no entienden.

No entienden.


Y mueren.