He tenido un día de trabajo intenso, estresante, de muchísimas llamadas. Al final de la tarde tenía ya un dolor de cabeza considerable. Cada día al llegar tengo que registrarme en la aplicación informática de la campaña con un numero de usuario que me diferencia de los demás. He pasado por tantos puestos distintos últimamente, que los números se mezclan en mi cabeza formando un batiburrillo con el que no hay quien se aclare.
Siempre he sido despistada, muy despistada. Pero no porque me fallase la memoria, que normalmente me ha funcionado siempre bien. Era porque siempre he tenido pájaros en la cabeza, siempre mi mente ocupada en un montón de historias no precisamente de carácter práctico. Nunca he tenido problemas para recordar números de teléfono y esa clase de cosas. Lo normal, vamos, no es que destacase por eso. Pero en estos últimos tiempos de vez en cuando tengo lapsus extraños y de repente olvido cosas que siempre he recordado sin problemas. Por ejemplo el nombre de algún actor que he conocido toda la vida, basta que me pregunten el nombre y de repente desaparece de mi cabeza. Así sin avisar, de sopetón. Sencillamente ese nombre no está, y me vuelvo loca intentando recordarlo. Debe ser cosa de las hormonas, esas que ya he mencionado varias veces. Es desconcertante.
Todo esto no tendría la mayor importancia si se limita a eliminar del disco duro datos irrelevantes. Pero cuando algo así te ocurre en el trabajo, y cuando además en el trabajo no andas muy bien en cuanto a relaciones con tus "superiores" o como se quieran llamar, esto se convierte en un problema que te puede dar más de un disgusto.
Y luego hay la cuestión de las incompatibilidades. Hay personas con las que nunca puedes conectar por la razón que sea, que por cuestiones varias pueden llegar a bloquearte y a sacarte de tus casillas. Personas que piensan que una cosa así nunca va a pasarle a ellas. Que se permiten el lujo de juzgarte. Y no contentas con eso, no dudan en humillarte cuando se tercie, a la menor ocasión. Que no saben respetar a los demás. Sencillamente.
Cuando una de esas personas es además tu jefe, o jefa, o como quiera que se les quiera llamar, entonces estás lista. O listo. No puedes bajar la guardia.
¿Y a cuento de qué viene todo esto?
Hoy he tenido uno de esos lapsus. Horror. Justo a la hora de salir, cuando ya me disponía a recoger mis cosas y largarme con viento fresco. Ella ( es ella) me ha preguntado cuál era mi número de usuario, el que usaba antes. El que he estado usando todos los días durante dos años hasta hace poco, hasta que me asignaron otro puesto donde ahora estoy.
- ¿Mi número de usuario? No hay problema, ahora mismo te lo digo... Ahora mismo te lo digo...
Y de pronto ese número ya no estaba ahí donde debía estar. En mi cabeza. Ha desaparecido.
Ella no tiene compasión.
-Pero ¿cómo que no te acuerdas? No puede ser que no te acuerdes. ¡Pero si lo has estado usando un montón de tiempo! Es imposible que lo hayas olvidado. ¿Pero cómo se puede ser así? No se puede ser así! Si es que no hay...!
Me ha dicho que lo buscase y se lo dejara pegado en un posit. Y se ha ido. Y yo lo he buscado. Entre mis papeles, en mi puesto, en mi memoria escacharrada. Pero no ha aparecido. Como por arte de magia ese número ya no existe. Y me he ido yo también, un cuarto de hora después, con esa sensación de impotencia y desconcierto que te deja pensando si no te habrás vuelto tonta de repente.
Pero no soy tonta.
Son las hormonas que me tienen frita.
Me he estado acordando del anuncio ese que ponen ahora en la tele sobre un método para ejercitar la memoria. La que lo anuncia, si hombre, es esta actriz que salía en Siete vidas, como se llamaba... cómo se llamaba... Era... era... ¡Amparo Baró!
Lo recordé!
Espero que mi cabeza no se convierta en un desierto...