30 marzo 2006
CUMPLEAÑOS
Pues sí, hoy es mi cumpleaños. Otro cumpleaños. No me lo puedo creer.
No quiero ni pensar en el tiempo que hace que vine al mundo.
Qué de vidas vividas. Qué de cambios de piel.
Cuantos recuerdos y cuántas cosas olvidadas, o agazapadas en algún rincón discreto del fondo del cerebro, prestas a salir a saludar en cualquier momento.
Y qué reacia yo a salir de mi cascarón, donde últimamente habito para protegerme. Y digo yo : ¿protegerme de qué?.
De mis excesos.
29 marzo 2006
ESCRIBÍ: Recuerdos de Carnaval
El año pasado me disfracé de payaso:
He comprado una peluca amarilla. Tengo prisa. ¡He de encontrar una nariz roja!. Al fin la encuentro en la tienda de "todo a cien", es muy graciosa. En casa he encontrado una chaqueta vieja y grande, y un pantalón de cuadros. Bajo al cuarto de mi hermano a buscar sus botas de la mili, ¡me están enormes!. Las lleno de papel de periódicos para que no se me caigan. Tengo un lazo negro muy muy grande que me pongo de corbata. Me pinto la cara, los ojos, voy desapareciendo. Me miro en el espejo. Veo un payaso triste y divertido a la vez y pequeñito. Y me voy a la calle. Si me estoy quieta, nadie me conoce. El bar está lleno de gente. Piratas, conejos, burjas, astronautas. Música!. La nariz se me cae cada dos por tres. Miro a la puerta impaciente para ver quién llega y espero. Bailo y espero y bebo y se cae mi nariz roja dentro del vaso. Es interesante bailar con estas botas tan grandes y doy zapatazos sin ningún estilo. Veo a Miguel a lo lejos y me devuelve el saludo. ¡Me ha reconocido!
Si me estoy quieta, nadie sabe quién soy. Miro al suelo y veo unos pies conocidos. ¡Este eres tú, mi adulto adolescente solitario y loco!. Te has puesto una peluca blanca y en la cara te has pintado la bandera de la CNT (cómo no).
-¡Hola!. Te beso.
-¿Quién eres?, me preguntas.
-¿Que no lo sabes? Soy un payaso.
-Hola, Mariajo, payasa. ¿Qué haces?
-Bailo!
Acabó la noche y perdí la nariz y casi me roban el sombrero. La pintura de mi cara se derrite. Hemos bebido mucho, hemos bailado mucho. Se acabó, vámonos.
Te doy la mano y en la calle el viento es frío y camino torpemente con mis botas enormes. Y te beso. Me como la pintura negra y roja de tu cara, te comes la pintura blanca y roja del payaso. Este payaso siempre acaba las noches locas besándote.
Se acaba el carnaval y un tren me lleva de vuelta a la vida cotidiana. En el tren, a Madrid, viaja un cachito de mi disfraz de payaso que me llevo puesto. Triste y alegre, pequeño, viaja el payaso a encontrarse otra vez con la vida-paisaje de todos los días, donde tú estás, donde vienes y vas, desapareces, vuelves.
Viajo a tu encuentro. Viajo para descansar de tí. Vuelvo.
------------------------------------------------------------------------------------------------
27 marzo 2006
26 marzo 2006
Pues vaya...
Qué barbaridad! Debe ser que soy una ingenua, pero no imagíné nunca que este mundo de los blog estaba tan superpoblado. En unos pocos días me he visto desbordada, zarandeada, reflejada, extrañada, conmovida, divertida, envidiosa, asombrada, asustada. Asustada. Asustada. ¿Qué pasará si ahora me da por quedarme las horas muertas delante de este ordenador, bicho endiablado, como si no tuviera bastante con las ocho horas diarias de curro delante de otro igualito, aunque más aburrido?. ¿Y si no soy capaz de levantarme de aquí, qué pasará con mis libros que leo tranquilamente tumbada en mi cama mientras me tomo un té con leche y me fumo un cigarro, que son de los pocos vicios que me quedan?... Seré capaz de organizarme? Y además ahora me duele la cabeza!
Y esta casa, a la que tan poco tiempo le puedo dedicar entre semana, qué será de ella? ¿Y de las pilas de ropa, y de mis experimentos en la cocina que tanto me relajan?
Y aún tengo que dejar tiempo para ver a mis amigos, para ir al cine con mi ... Espera que no sé cómo llamarle.
Y para seguir aprendiendo a hacer montajes, porque esa es otra, ahora nos ha dado por hacer cine. Cine pequeñito y casero, eso sí, pero divertido que no veas, todo un hallazgo. A propósito de eso... Este verano Almodovar estuvo en casa...
BUENO, ALGUNA SUGERENCIA?
25 marzo 2006
A un amigo ausente
Ha muerto.
El cuatro de noviembre de 1989.
Ese dia quedará grabado a fuego y sobrevuela las nubes su recuerdo y algo queda de él en ese viento que a veces hace revolotear los papeles escritos.
YO TAMBIÉN HE MUERTO
UN POCO.
DEL TODO.
Me llamó hace como tres semanas.
Dijo:
No me llamas nunca.
Y eso me extrañó tanto.
Dijo que estaba grabando música de KITARO y que me mandaba la cinta y a los dos dias llegó a mi buzón dentro de un sobre y él ya no estaba.
Yo escuché despacio la música mientras le sentía muy cerca y las lágrimas recorrían en silencio mis mejillas y pensé que me gustaría llamarle.
Pero no sabía dónde.
Pensé QUIERO VIAJAR CON EL MÁS ALLÁ DEL TODO Y VERLE.
Pero no supe cómo hacerlo.
Cómo alcanzarle.
Y el tiempo tejió su tela de araña sobre los recuerdos. Y pasó mucho tiempo. Y sigue pasando.
Y él vive en mí. Y en todos los que le quisieron. En la luz roja y bellísima que rodea la Alhambra al atardecer en esa ciudad donde sus pasos...
Donde sus besos.
El cuatro de noviembre de 1989.
Ese dia quedará grabado a fuego y sobrevuela las nubes su recuerdo y algo queda de él en ese viento que a veces hace revolotear los papeles escritos.
YO TAMBIÉN HE MUERTO
UN POCO.
DEL TODO.
Me llamó hace como tres semanas.
Dijo:
No me llamas nunca.
Y eso me extrañó tanto.
Dijo que estaba grabando música de KITARO y que me mandaba la cinta y a los dos dias llegó a mi buzón dentro de un sobre y él ya no estaba.
Yo escuché despacio la música mientras le sentía muy cerca y las lágrimas recorrían en silencio mis mejillas y pensé que me gustaría llamarle.
Pero no sabía dónde.
Pensé QUIERO VIAJAR CON EL MÁS ALLÁ DEL TODO Y VERLE.
Pero no supe cómo hacerlo.
Cómo alcanzarle.
Y el tiempo tejió su tela de araña sobre los recuerdos. Y pasó mucho tiempo. Y sigue pasando.
Y él vive en mí. Y en todos los que le quisieron. En la luz roja y bellísima que rodea la Alhambra al atardecer en esa ciudad donde sus pasos...
Donde sus besos.
24 marzo 2006
ESCRIBÍ
no sé qué estoy haciendo
ESTRUENDO
Los niños escuchaban al profe con cierta desgana, como todos los días, tras las ventanas una tranquila calle que no parecía estar en el centro de Madrid, una colonia de chalecitos cerca del retiro.
Mientras, en casa, la madre de uno de esos niños se dedicaba, también con cierta desgana, a poner un poco de orden en el hogar. La tele estaba encendida, chorreando noticias sin que ella les prestase demasiada atención. Pero de pronto un grito, de pronto una frase que sonaba a muerte, una palabra prohibida, un estruendo.
Eta había matado a un militar allí mismo, junto a su casa.
Los asesinos huían por el barrio. La muerte enganchada en las ruedas de su coche.
El estruendo se instaló de pronto en el colegio. El profesor dió un grito, los niños abrieron los ojos desmesuradamente.
!Al suelo todos, deprisa, debajo de las mesas!
La madre en casa gritó también de angustia. En la tele contaron que había estallado otra bomba. Junto al colegio. Salió corriendo a la calle, el pánico guiando sus pies, no supo como pero llegó al barrio donde las sirenas y el humo y el desorden y el miedo y la niebla y la tormenta y el pavoroso silencio lo inundaban todo y un policía intentó cerrarle el paso pero a una madre nadie la detiene, puede con todas las murallas, con todas las barreras, con todo el cansancio.
Por esta vez, por esta vez, por esta vez, a ella no le había tocado el horror. Pero sí a otros. A otros que ya no tendrán nunca consuelo.
Aunque el estruendo parezca de pronto que ha bajado el volumen.
Para muchos otros sí, eso supone una esperanza.
Espero que entre todos dejemos crecer esa semilla.
Que nadie la utilice para otros menesteres poco loables.
Que no la esgriman como un arma ciega.
Mientras, en casa, la madre de uno de esos niños se dedicaba, también con cierta desgana, a poner un poco de orden en el hogar. La tele estaba encendida, chorreando noticias sin que ella les prestase demasiada atención. Pero de pronto un grito, de pronto una frase que sonaba a muerte, una palabra prohibida, un estruendo.
Eta había matado a un militar allí mismo, junto a su casa.
Los asesinos huían por el barrio. La muerte enganchada en las ruedas de su coche.
El estruendo se instaló de pronto en el colegio. El profesor dió un grito, los niños abrieron los ojos desmesuradamente.
!Al suelo todos, deprisa, debajo de las mesas!
La madre en casa gritó también de angustia. En la tele contaron que había estallado otra bomba. Junto al colegio. Salió corriendo a la calle, el pánico guiando sus pies, no supo como pero llegó al barrio donde las sirenas y el humo y el desorden y el miedo y la niebla y la tormenta y el pavoroso silencio lo inundaban todo y un policía intentó cerrarle el paso pero a una madre nadie la detiene, puede con todas las murallas, con todas las barreras, con todo el cansancio.
Por esta vez, por esta vez, por esta vez, a ella no le había tocado el horror. Pero sí a otros. A otros que ya no tendrán nunca consuelo.
Aunque el estruendo parezca de pronto que ha bajado el volumen.
Para muchos otros sí, eso supone una esperanza.
Espero que entre todos dejemos crecer esa semilla.
Que nadie la utilice para otros menesteres poco loables.
Que no la esgriman como un arma ciega.
23 marzo 2006
Intentonas
22 marzo 2006
una imagen
Este es un hogar. Es la casa de mi hermana, en un pueblecito de Granada. Es la imagen que tengo como fondo de escritorio, que me recuerda que hay lugares distintos donde vivir, más amables, más humanos que esta ciudad enorme donde vivo, este Madrid escandaloso y superpobado. Este Madrid que nos atrapa y que nos retiene por alguna peregrina razón.
Ya tengo mi conexión en casa. Veremos qué nos trae, como un vértigo, creo. Empieza el día.
17 marzo 2006
MADRID, 17/ 03/2054
LLUEVE EN MADRID. Ya se sabe, el tiempo ahora está como una chota. Ya pensábamos que la primavera había venido para quedarse, pues mira tú, se nos va otra vez, pero por poco tiempo, se supone. Pero este tiempo gris invita, sobre todo contemplado desde las alturas, la ciudad gris y enorme como dormida, más silenciosa.
BESOS 2054
En el vagón del metro Lua pensaba esa mañana que la vida era imprevisible. Aún estaba inmersa en su mundo de sueños como si la realidad circundante no formara parte de ella. Un mundo en su cabeza, llena de imágenes del pasado, de historias que ya no existían. Miraba frente a sí y no le decían nada las caras de la gente que compartía ese espacio con ella. No las veía. Lua se veía a sí misma en otro tiempo, en un vagón igual que este, un poco más mugriento, si cabe, más viejo. Se veía a sí misma abrazada a Julián, los dos muy jóvenes, los dos muy enamorados de la vida, ajenos al resto del mundo, besándose con furia en la boca. Mirándose a los ojos que lo eran todo, apretándose el uno contra el otro como si aquello fuera a durar siempre.
Lua en un momento de lucidez miró alrededor y se dio cuenta de que ya no había jóvenes besandose en el metro, de hecho, pensó, hacía tiempo que no había visto a nadie demostrandose esa pasión sin límites en publico. A su alrededor sólo veía rostros desganados, demacrados, como autómatas, cada uno a su destino de todos los días sin alegría en los ojos, sin mirarse. Recordó cómo en un tiempo la vida era un tesoro incommensurable para ella, para muchos otros, la gente como ellos vivía realmente, disfrutaba de las cosas pequeñas y hermosas del mundo. Se preguntó qué había pasado, por qué las calles estaban cada vez más vacias, por qué la gente iba con tanta prisa de un lado a otro, hablando siempre con los móviles en la oreja, qué barbaridad, nadie hablaba realmente con nadie.
Los jóvenes, ella lo sabía, se encerraban en sus casas pegados a su ordenador, que era todo su mundo. Ese era ahora todo su mundo, falso, impersonal, a pesar de que el sol seguía saliendo todas las mañanas con la misma luz y de que el ocaso conservaba todos los días la misma belleza infinita, ignorado por todos esos seres que ya no tenían una existencia real.
Lua salió del metro como todos los días, casi dormida, con una sensación de vacío cada vez más grande, de soledad, salió a las calles que habitaban seres ahora virtuales, sin vida en los ojos. Y sintió de repente un impulso, con tanta fuerza que supo que no había nada que pudiera detenerla. Miró alrededor, buscó una boca, la primera que se le cruzase, y vió a un hombre que se dirigía hacia la entrada del metro, donde ella estaba. Y LUA LE BESÓ. Con toda la furia de años acumulada en su boca, y el hombre asustado se dejó besar, al principio con los ojos muy abiertos, sin saber qué estaba pasando, pero luego los cerró y correspondió a aquél beso con convicción, y la ciudad se detuvo un momento sorprendida, mirándolos, y Lua pensó que era el acto de rebelión más bonito del mundo.
BESOS 2054
En el vagón del metro Lua pensaba esa mañana que la vida era imprevisible. Aún estaba inmersa en su mundo de sueños como si la realidad circundante no formara parte de ella. Un mundo en su cabeza, llena de imágenes del pasado, de historias que ya no existían. Miraba frente a sí y no le decían nada las caras de la gente que compartía ese espacio con ella. No las veía. Lua se veía a sí misma en otro tiempo, en un vagón igual que este, un poco más mugriento, si cabe, más viejo. Se veía a sí misma abrazada a Julián, los dos muy jóvenes, los dos muy enamorados de la vida, ajenos al resto del mundo, besándose con furia en la boca. Mirándose a los ojos que lo eran todo, apretándose el uno contra el otro como si aquello fuera a durar siempre.
Lua en un momento de lucidez miró alrededor y se dio cuenta de que ya no había jóvenes besandose en el metro, de hecho, pensó, hacía tiempo que no había visto a nadie demostrandose esa pasión sin límites en publico. A su alrededor sólo veía rostros desganados, demacrados, como autómatas, cada uno a su destino de todos los días sin alegría en los ojos, sin mirarse. Recordó cómo en un tiempo la vida era un tesoro incommensurable para ella, para muchos otros, la gente como ellos vivía realmente, disfrutaba de las cosas pequeñas y hermosas del mundo. Se preguntó qué había pasado, por qué las calles estaban cada vez más vacias, por qué la gente iba con tanta prisa de un lado a otro, hablando siempre con los móviles en la oreja, qué barbaridad, nadie hablaba realmente con nadie.
Los jóvenes, ella lo sabía, se encerraban en sus casas pegados a su ordenador, que era todo su mundo. Ese era ahora todo su mundo, falso, impersonal, a pesar de que el sol seguía saliendo todas las mañanas con la misma luz y de que el ocaso conservaba todos los días la misma belleza infinita, ignorado por todos esos seres que ya no tenían una existencia real.
Lua salió del metro como todos los días, casi dormida, con una sensación de vacío cada vez más grande, de soledad, salió a las calles que habitaban seres ahora virtuales, sin vida en los ojos. Y sintió de repente un impulso, con tanta fuerza que supo que no había nada que pudiera detenerla. Miró alrededor, buscó una boca, la primera que se le cruzase, y vió a un hombre que se dirigía hacia la entrada del metro, donde ella estaba. Y LUA LE BESÓ. Con toda la furia de años acumulada en su boca, y el hombre asustado se dejó besar, al principio con los ojos muy abiertos, sin saber qué estaba pasando, pero luego los cerró y correspondió a aquél beso con convicción, y la ciudad se detuvo un momento sorprendida, mirándolos, y Lua pensó que era el acto de rebelión más bonito del mundo.
10 marzo 2006
AGUA
En la calle llovía. Lua corría hacia el metro tapándose la cabeza con el periódico de la mañana. La ciudad hacía ruido, el ruido hacía daño en sus oídos. Bajó la escalera sofocada y se adentró en el mundo subterráneo. Había ríos de gente cerrando sus paraguas, gente con prisas, como ella. Compró un billete y se dirigió a la linea azul. Era de noche afuera, era domingo. Esas tardes de domingo tontas y tristes amenazadas por toda una semana que empezaba el lunes. En esa circustancia es normal que la gente esté un poco malhumorada, pero nadie había preparado a Lua para lo que le pasó ese día en el pasillo del metro. Fué en la estación de Bilbao, se demoró un poco en la taquilla comprando el billete y cuando echó a andar todo el mundo había ya desaparecido, como si se hubiesen puesto de acuerdo para marcharse a su casa a la misma hora. De modo que Lua avanzó por un pasillo desierto. Entonces vió venir hacia ella a un chico joven, bien vestido, le miró un momento mientras se iba acercando, se dirigía a la salida.
Y justo cuando los dos se cruzaron, de repente se volvió hacia ella y le escupió a la cara. Así, sin venir a cuento. Y siguió adelante como si tal cosa.
Lua nunca había experimentado una sensación tan vejatoria como aquella. Se volvió hacia atrás para mirar a ese cabrón con la intención de gritarle algo, de preguntarle por qué, de insultarle...Pero las palabras no le salieron de la boca, y se quedó allí, con el escupitajo resbalando por su mejilla poco a poco, mientras la más absoluta humillación se iba apoderando de ella, la sensación de ser algo así como una cucaracha aplastada por un zapato.
Cuando consiguió reaccionar un poco se sintió sucia, incapaz de mezclarse con la gente en un vagón del metro, en un espacio tan cerrado como ese, sin escapatoria. Se volvió en dirección a la salida, despacio, y despacio fue subiendo las escaleras, hacia el exterior, donde aún llovía. Salió hacia la noche oscura, se quitó el abrigo, tiró el periódico, y miró hacia el cielo para que el agua limpiara su rostro manchado, la inundara toda, la purificara, mientras pensaba que no había una razón para lo que había ocurrido, que todo era absurdo, que así es el mundo en la ciudad, donde puede pasar todo. En cualquier momento. Sobre todo un tonto domingo por la tarde.
Y justo cuando los dos se cruzaron, de repente se volvió hacia ella y le escupió a la cara. Así, sin venir a cuento. Y siguió adelante como si tal cosa.
Lua nunca había experimentado una sensación tan vejatoria como aquella. Se volvió hacia atrás para mirar a ese cabrón con la intención de gritarle algo, de preguntarle por qué, de insultarle...Pero las palabras no le salieron de la boca, y se quedó allí, con el escupitajo resbalando por su mejilla poco a poco, mientras la más absoluta humillación se iba apoderando de ella, la sensación de ser algo así como una cucaracha aplastada por un zapato.
Cuando consiguió reaccionar un poco se sintió sucia, incapaz de mezclarse con la gente en un vagón del metro, en un espacio tan cerrado como ese, sin escapatoria. Se volvió en dirección a la salida, despacio, y despacio fue subiendo las escaleras, hacia el exterior, donde aún llovía. Salió hacia la noche oscura, se quitó el abrigo, tiró el periódico, y miró hacia el cielo para que el agua limpiara su rostro manchado, la inundara toda, la purificara, mientras pensaba que no había una razón para lo que había ocurrido, que todo era absurdo, que así es el mundo en la ciudad, donde puede pasar todo. En cualquier momento. Sobre todo un tonto domingo por la tarde.
09 marzo 2006
Hoy he visto desde una ventana de un 10º piso, que por cierto tiene muy buenas vistas, unas aves volando a gran altura. Eran unos pájaros grandes, tal vez gansos, venían procedentes del sur, emigrando, y pensé que tal vez sin saberlo portaban un veneno que se extiende como espuma. Era una imagen hermosa y a la vez amenazadora, y de verdad creo que todos somos responsables, de alguna manera. Esto es lo que estamos haciendo con el mundo. Convertimos paraísos en pesadillas.
...................................................Mejor escribo en casa..............................................
VED si queréis:
http://terra.es/personal9/cristinela
...................................................Mejor escribo en casa..............................................
VED si queréis:
http://terra.es/personal9/cristinela
07 marzo 2006
Hoy es martes, y es 7 de marzo de 2006, y empiezo.
Y quisiera que saliera bien este experimento, y que durase, será un acicate para obligarme a escribir. Sólo que no tendré conexión de internet en casa hasta finales de este mes, y hasta entonces va a ser un poco difícil. Ahora estoy en el trabajo, así que esto es una aventura, en serio.
Si alguien me ve agradecería un saludo, por ver si estas palabras llegan a buen puerto...
Si alguien me ve agradecería un saludo, por ver si estas palabras llegan a buen puerto...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
-
A veces, y sólo por un rato, se ven las cosas de color negro. Negro como el tizón. Pero incluso ese color puede ser alegre, según el ánimo c...
-
A los 12 años yo tenía una pandilla de amigos bastante maja. Nos reuníamos en la plaza a contarnos chistes. Éramos tímidas nosotras con ello...