04 agosto 2006

Piñones



Piñones en mi huerta. Los había a montones por el paseo central flanqueado por los pinos centenarios. Con un cubo de metal en mano nos dedicábamos a recogerlos. Miles de piñones negrísimos y en su punto.
El verano en mi huerta. Anocheceres de colores increíbles. El cielo inmenso. El agua en la piscina que al principio era sólo una alberca, donde habitaban las ranas y los zapateros, flotando en la superficie alegremente.
Allí pasábamos los veranos. Era una delicia levantarse y darse un baño directamente para despertar. Desayunar en una mesa grande y redonda de mármol blanco, en medio del césped mullido junto a la casa. Ponerse a leer tranquilamente en la tarde mientras llegaba el ocaso, esos atardeceres de mil colores que pueden contemplarse en mi tierra de amplios horizontes.
Allí escuché por primera vez el lenguaje del silencio, ese susurro que viajaba hasta mis oídos a través de las hojas de los chopos. Unos chopos altísimos y bailarines que jugaban con el viento.
Aquella era mi casa. Mi lugar en el mundo, donde yo siento que la tierra conecta conmigo. Mi casa siempre aunque ya no sea nuestra, aunque la hayamos perdido y ahora se haya convertido en una terraza de verano.
Ya no puedo ver la piscina donde aprendí a nadar. Otros la disfrutan. Otros que nunca sabrán la historia de ese lugar, que dudo mucho que sepan qué lenguaje puede hablarse allí, al menos el que yo aprendí a pronunciar sin palabras.
En mi corazón es mía. Es mi huerta.
Todos los años y los sueños y las tardes y los amaneceres y las risas y los juegos.
Son míos.
Esta mañana en el Retiro encontré unos piñones. La nostalgia me visitó y me trajo recuerdos imborrables. Seguí mi camino en esta ciudad extraña.
Con unos cuantos piñones en la palma de mi mano.



10 comentarios:

  1. Es un buen equipaje unos cuantos piñones en la mano. Quién sabe en qué se convertrirán.
    Cargar con pinos centenarios por el camino no es recomendable.
    Buen viaje.

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  2. ¡qué hermoso!, pero te quedan nuevos bosques, más atardeceres, bañarte en miles de aguas... Seguro habrá alguien que vuelva a conectar con ese lugar, la magia sigue en muchos corazones afortunadamente...

    P.D.- ¡Qué ganas tengo de verte María José! seguro que das unos abrazos tremendos :)

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  3. Me gustan tus relatos nostálgicos...me hacen recordar los míos y me devuelven la sonrisa.
    Como tu dices: ese lugar es tuyo, porque está en tu memoria.

    Un beso, mariajo (yo tambien creo que debes de dar unos abrazos tremendos)

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  4. Anónimo3:10 p. m.

    Thalatta, Pilar, ya tengo ganas de veros! A ver qué tal se me dan esos abrazos!!
    Asir, no cargo con pinos. Se vienen andando detrás solitos. Y no pesan.

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  5. Tienes razón. Tu tierra es única es amaneceres y atardeceres, invitan a mirar sin nada más que hacer. Allí me he sentido conectado, como tu relato.
    Disfruta de esos abrazos!.

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  6. En cambio, los mediodías son duros. Es preciso recogerse tras los gruesos muros de piedra, en la penumbra de la casa y esperar a que arrecie la tormenta solar.
    Yo también recogía piñones, de pequeñito, aunque los pinos de Tonga no son exactamente los piñoneros manchegos, de copa generosa que invita a echarse la siesta.
    Besos

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  7. Ettore, bienvenido a estas páginas! te leeré. Besos.
    Ferfo, un saludo!

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  8. Recoge miles de besos q te mando nena. Me encatanta como escribes mariajo, todo lo q transmites.

    Sigue recogiendo piñones y no olvides; q otros disfruten de esa piscina, a ti siempre te quedará lo vivido.

    Un besazo, hasta la vuelta!

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  9. Cobre! Dónde andas? Ya sé que has visto a Pilar. Se te echa de menos!
    Está esto muy silencioso ahora!
    Un beso.

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