31 octubre 2006

LUA SALE A LA LUZ




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Lua salió a la calle y la recibió un aluvión de luz y la claridad le hizo cerrar los ojos un momento. Llevaba la gata en brazos, la gata que extrañamente se mantenía tranquila, no como otras veces que al salir a la calle se aterrorizaba y se le erizaban los pelos. Empezó a caminar resuelta y con paso rápido, y a su mente empezaron a acudir imágenes en rápida sucesión, imágenes que no podía eludir de su vida pasada, y de las hojas de otoño, y de una playa con olas gigantes, y de su gata ronroneando en su regazo, y del tacto de su propia piel suave cuando en la cama se acariciaba despacio... Y en su cabeza sonaba insistentemente IMAGINE de John Lennon, otra vez, y no sabía por qué... pero siguió caminando, mientras dos o tres lágrimas juguetonas le bajaban por las mejillas, y a la vez sonreía como una boba. Y pensaba: me voy al mundo me voy al mundo me voy al mundo
Y John Lennon segía sonando en su cabeza, la luz del sol filtrándose entre las copas de los árboles. La gente pasando por su lado indiferente, la gata dormida...
Y así fue como comenzó su periplo.
Un poco confusa todavía.

29 octubre 2006

mememusicalmuydificil


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Mi querido y guasón amigo Vitore me ha encomendado esta tarea que él califica de divertida y que a mí me parece muy interesante pero he de decir que por mi cabezonería me ha costado una barbaridad completarlo. ¿Por qué? Pues porque se me metió en la cabeza hacerlo sobre Sting y The Police, como si no hubiera un porrón de grupos y bandas y cantantes que también me gustan mucho y que no tienen letras tan complicadas para este menester.
Pero algo he conseguido. No sé muy bién qué, porque tengo serias dificultades para comprender el inglés (desgraciadamente), pero algo es o al menos he hecho un esfuerzo considerable para ello.

Hay un cuestionario para rellenar, y la respuesta a cada una de las preguntas ha de ser el título de una canción del grupo elegido. Ahí van:

  • 1. ¿Eres hombre o mujer?: Desert Rose
  • 2. Descríbete (ay, dios): walking on the Moon
  • 3. ¿Qué sienten las personas acerca de tí?: If i ever lose my faith in you
  • 4. ¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental?: Fields of gold
  • 5. Describe tu actual relación con tu novio (!!): we'll be together
  • 6. ¿Dónde quisieras estar ahora? : Always on your side
  • 7. ¿Cómo eres respecto al amor? (uy): Every breath you take
  • 8. ¿Cómo es tu vida?: Message in a bottle ( y por qué había puesto yo esto?)
  • 9. ¿Qué pedirías si tuvieras un solo deseo?: Tea in the sahara
  • 10. Escribe una cita o frase sabia: If you love somebody set them fre
  • 11. Ahora despídete: De do do do, De da da da

Y ahora... a ver cómo lo hacen Asir, y Pilar, y Lolita, y Flora y Fauna, y Ferfo.
(Así es esto de los memes, que se van pasando... en fin)

Si a alguien se le ocurre algún disparate que haya yo puesto que me lo diga.

Ah! Y la cancioncilla que he puesto tiene truco!!

DOMINGO... HORARIO DE INVIERNO


















A la espera de que esté terminado un encarguito que me han hecho, y como ahora mismito ando muy mal de tiempo porque me voy, os dejo otro solecito como el que luce en la calle esta mañana...

26 octubre 2006

LA DERROTA DEL DÍA




No sé si ha llovido.
Mi día ha sido todo igual desde que llegué.
Un día con nada especial, nada mágico, nada agradable, apenas una sonrisa o dos.
Una presión en el pecho.
De bueno: un comentario de mi amiga Cu.
Una llamada de mi amigo Asir, casi sin tiempo para hablar.
Ah, ahora he visto otros dos, A pesar de él, un ático...

Un mensaje en un lugar secreto.

Y no sé si ha llovido.
No lo he podido ver.

La presión en el pecho sigue.

Casi imposible de soportar, han acabado con todo el optimismo que desplegaba esta mañana, cuando todavía no sabía lo que me esperaba...

EMISION MATUTINA

Aquí Radio Enaire trasmitiendo desde Madrid!
Tras la ventana luce un sol radiante y engañoso que hará que muchos incautos salgan de sus casas sin paraguas, con el consiguiente peligro de salir escaldados (léase empapados) en cualquier momento del día. Porque como habrán visto ustedes en el enlace que tengo un poco más a la izquierda, la predicción meteorológica de hoy anuncia lluvias y nubes gris oscuro, así que quién sabe lo que nos deparen las horas siguientes... ¡Vayan con cuidado!

Yo por lo pronto meteré el paraguas en mi saco de faena.
Y ya me dispongo a emprender la marcha, caminaré un poco hasta mi lugar de trabajo, que está a un tiro de piedra de aquí, ya mismito me voy, no sin antes dejarles a ustedes un sol dibujado, para que les adorne el día.
Y que la suerte les acompañe!!


21 octubre 2006

UNA MALETA Y UNA GATA



Lua tal como estaba se acercó al teléfono y lo descolgó y dejó que sonara la señal hasta que los mensajes empezaron a soltar su parrafada de voces impacientes. Voces que solo eran una voz, y al oírla los colores regresaron alegremente volviendo a llenar el cuarto de estar de luces. Luces que giraban locas y que le hacían saltar las lágrimas otra vez de sus ojos que se tornaron rojos como los soles que había visto en tantos amaneceres, y la música empezó a sonar cálida en sus oídos como un sonido enorme de muchos universos. Y quiso atrapar esa voz y retenerla para siempre a su lado pero sonaba lejos, como en una película proyectada en un cine de verano.
Se daba cuenta de que sus pensamientos eran caóticos e inconexos. Que ya no podía seguir así. Los mensajes no daban ninguna pista. Sólo eran llamadas desesperadas. Quiso ponerle nombre a aquél acompañante de solo una noche, aquél que le había hecho dar un giro vertiginoso a su vida, porque así, sin un nombre a quien dirigir sus pensamientos no conseguía ubicar todo lo que había ocurrido en ninguna forma creíble de realidad. Así que decidió llamarle Adán, que fue el primer nombre que se le vino a la cabeza. Y cuando ya tenía un nombre, se sintió capaz por fin de empezar a buscarle. Porque quería buscarle. Ahora era eso lo único que quería hacer, buscarle por todos los rincones de la ciudad. No sabía qué ocurriría si llegara a encontrarlo, qué le diría, pero eso no importaba.
Y ya que estaba decidida, lo primero que hizo fue vestirse. Se vistió de rojo. Y después buscó su maleta, roja también, y la llenó de lo más imprescindible. Y cuando el equipaje estuvo hecho, lo siguiente que hizo fue regar las plantas, y dedicarles unas palabras de despedida, aunque hablar con las plantas no era algo a lo que estuviera acostumbrada. Después buscó a la gata, que sin razón aparente se había escondido debajo de la mesa camilla, como si le diera miedo esta nueva dueña que le había tocado en suerte. La llamó por su nombre para que acudiera a su lado, y le comunicó la noticia:
-Dulcinea, nos vamos.
Y la tomó en sus brazos, y abrió la puerta, se giró solo una vez antes de volver a cerrarla para comprobar que la habitación era otra vez roja como sangre, y roja seguía cuando al fin cerró la puerta, dio una vuelta a la llave y se dispuso a dejar su casa para siempre.
Lua no quería volver.

19 octubre 2006

CIRCULOS LUMINOSOS


Me levanto sin ganas. Quiero seguir refugiada entre las sábanas, dormir hasta que la realidad cambie y lo que me espere sea algo distinto, pero no hay caso. Las cosas son como son. Y así toca vivirlas. No sé, creo que ha dejado de llover. Ahora no tengo ganas de escribir. Ayer, cuando salí del trabajo, esa era mi intención. Pero algo como una apatía cansina me impide hilar palabras. Quiero ponerme a leer, pero no lo hago. Me siento aquí, frente al ordenador. Abro la página de música, y ni la música me inspira. El otoño ha llegado algo tristón y me inmoviliza. En lugar de escribir me pongo a dibujar, qué quién sabe qué querrá decirme mi subconsciente con esta cosecha de colores. Y con los colores juego hasta que se hace muy tarde. Y no hay nada más, por ahora.
Después el día empieza como acabó el de ayer, un poco mustio. Me pongo a recorrer páginas ajenas y encuentro letras y músicas y algún sueño de los que yo ahora no tengo. Eso me hace bien y recopilo voces y escritos y me queda poco tiempo ya. Hay que desperezarse y empezar el día.
Constato algunas ausencias. Algunos que aunque ahora no estén, volverán, como mi entusiasmo. Seguro.


16 octubre 2006

Paréntesis


Dejemos a Lua con sus cavilaciones por el momento, la dejamos pero quiero que vuelva, porque quiero continuar contando su historia. Me apetece escribirla. Pero me preguntó Asir si ya no iba a escribir sobre nada más. Y bueno, sí, voy a contar otras cosas, como siempre, por qué no?
Voy a contar por ejemplo que aunque no he tenido puente, he estado en mi casa del pueblo. Me fui el viernes por la noche. Estuve en mi patio y os regalo esta foto que hice de uno de sus rincones.
Y estuvimos celebrando un cumpleaños en el santuario del pueblo, donde tenemos un cuarto con chimenea a nuestra disposición, por si algún día se tercia ir a comer unas gachas, o un pisto, o un arroz negro como este sábado, por ejemplo. Y hubo tarta y globos de colores y coronación incluida del homenajeado.
Pero además de todo eso, hicimos una foto muy original. Por iniciativa del propio agasajado, que no es otro que el director de los cortos que hemos hecho y que ya he mencionado aquí en otras ocasiones, hicimos una representación del cuadro "Los borrachos" de Velazquez. Quiere hacer una serie de fotografias con esa temática, cuadros de pintores famosos, más o menos.
Fue divertido, fue dificil, fue complicado que cada uno estuviese quieto en su lugar, con la postura justa, con el gesto adecuado. Nos reímos, repetimos, gritamos. Se cansaron todos los que tenían que posar. Es una tarea que requiere mucha paciencia.
Una buena experiencia. Más adelante veremos el resultado. Yo para tener un recuerdo hice fotos del conjunto con mi pequeña cámara digital. Y pongo una aquí, pero distorsionada convenientemente para que no se reconozca a los protagonistas. Hay que proteger su imagen...
Por otro lado, hoy estoy de lunes. De humor de lunes. Con un mosqueo de mil demonios, vamos.

Pues eso.





11 octubre 2006

DORADOS



Lua estaba confusa. No sabía bien lo que tenía que hacer a continuación. Se fue quitando la ropa con la mirada perdida entre los muebles y los rastros de la alucinación, caminó despacio y se dirigió hacia el cuarto de baño, abrió el grifo del agua caliente y cuando el vapor ya había cubierto toda la estancia se metió bajo la ducha y dejó que el agua la fuese inundando, la fuese despejando poco a poco, y así permaneció por minutos que se deslizaban lentos e inacabables entre sus dedos. Los ojos cerrados, los brazos inmóviles a lo largo de su cuerpo aletargado.
Tenía que hacer algo a continuación, no sabía bien qué. Y sin saberlo apagó el grifo y mojada como estaba fue dejando un rastro de charcos a lo largo de todo el pasillo, sonámbula, como autómata.
Se acercó a la ventana abierta y miró a la calle. Y entonces el sol la llenó de una luz dorada que acabó de despertarla, el cabello mojado reflejando el brillo ámbar de la mañana. Y así permaneció absorviendo el calor amable y la brisa que la acariciaba, que la fue secando poco a poco, y en el instante en que la última gota de agua de su piel había desaparecido tomó conciencia de su realidad.
Había perdido un vuelo. En la ciudad lejana, los que la esperaban ya se estarían preguntando qué había sido de ella. Empezarían a indagar, llamarían a España para intentar localizarla, y al final la encontrarían, y todos sabrían ya que seguía en casa, y vendrían a importunarla. Y ella ahora no quería que la importunasen. Quería desaparecer un tiempo, perderse entre los más escondidos rincones de su ciudad y pensar en su vida. Porque Lua no podía proseguir en el mismo punto en que había dejado las cosas. Todo era ahora distinto, algo la había cambiado y ya no era la misma. Ya no era ella. Era un color cambiante que la transformaba en cada momento. Y pensó que le vendría bien ahora ser un camaleón, camuflarse en los contornos de las cosas, como si no existiera. Hasta que recuperase la calma.
Se alejó de la ventana y reparó entonces en el teléfono que aún permanecía en el suelo, callado, muy callado y muy azul. Azul noche. Azul noche como la noche que se le había escapado para siempre.

ROJO


Cuando Lua despertó habían desaparecido los colores. No todos los colores. Todos menos el rojo. Todo era rojo a su alrededor. Y en su cerebro. Un rojo estridente lo envolvía todo. Y cualquier sonido acentuaba el tono hasta hacerlo de un chillón insoportable. La gata roja se desperezó estirando las patas y el rabo y abriendo la bocaza llena de rojos dientes, y después se la quedó mirando como pidiendo explicaciones.

Pero Lua no tenía explicaciones. Todo era confuso para ella. La mañana en su habitación, ese amanecer robado que tenía que haber sucedido en otro sitio. Se llevó las manos a la frente dolorida como una herida abierta, sin comprender nada. Sin recordar nada. Miró la botella vacía y la cama revuelta, roja como sangre. Apenas un pequeño suspiro de aire consolaba sus pulmones hinchados. Y por un momento que se convirtió en una hora se dedicó a inspeccionar sus recuerdos, por ver si alguna luz más blanca aclaraba un poco tanta confusión.

Llegó de esta manera a algunas conclusiones. Recordó que tenía que haber tomado un vuelo, recordó la razón por la que no lo hizo y en ese momento su vientre despertó y le trajo a la mente el recuerdo de la noche pasada. Un rastro de tormenta de colores. De sensaciones intensas y casi dolorosas de puro placenteras. Cerró los ojos y se acarició despacio recorriendo su piel que sabía más que ella misma. Y que le pedía más.

Pero no había más.

El se había marchado. Había desaparecido de su vida tan rápidamente como llegó a ella, como si nunca hubiese estado a su lado. Se esfumó como vapor de agua hirviente. No estaba. Ya no estaba. Las paredes entonces se volvieron más rojas aún. Hasta que llegó la tristeza. Y la tristeza fue cambiando el color de las cosas, y el rojo se fue suavizando y se fue convirtiendo en un azul desvaído.

El gato se alejó por el pasillo, despacio, dejando tras de sí un rastro de luces azules.

En la calle la vida comenzó de nuevo, una ambulancia pasó por debajo de la ventana con la sirena estridente dando vueltas, la ciudad empezó a bullir. Un rayo de sol iluminó el azul de las paredes. Y Lua se acercó a la nevera, y la abrió, y sacó un yogur y se sentó a la mesa y pensó que ya era hora de desayunar. Y pensó que cuando ya lo hubiera hecho, estaría en condiciones de proseguir con su vida.

Y así, mientras con algo de desgana daba cuenta de ese pequeño refrigerio, recordó también un sonido insistente que la había estado importunando parte de la noche. Recordó el sonido del teléfono.

El teléfono que ahora reposaba azul y silencioso en el suelo de su habitación.

10 octubre 2006

Otoño

De vez en cuando me gusta hacer algo fuera de lo normal... A veces lo necesito!


Se acaba la tarde.

Se acaban todas las tardes
del mundo.
El tiempo pasa pesadamente,
pausado,
con desgana.
Pasan las tardes.
Pasan todas las tardes
del mundo.
Viene el otoño.
Viene dulcemente,
el otoño.
Y trae un triste adiós
volando en el viento
con todas sus hojas doradas.
Voy a decirte adiós.
Voy a decir adiós
a todas nuestras tardes.
Voy a dedicarte una llorosa
despedida.
Se irán estos mágicos años
que he vivido en tus ojos.
Se irá este sueño dulcemente soñado
con el otoño y tú, tan lejos...


08 octubre 2006

COLORES PARA UN DOMINGO POR LA TARDE




Lua escuchaba a Louis Amrstrong mientras intentaba escribir historias en la pantalla del ordenador portátil. Su gata blanca ronroneaba en un cojín a sus pies, ajena a la batalla campal que tenía lugar en la mente de su ama. En un momento dado el teléfono empezó a sonar insistentemente, pero Lua lo ignoró con más insistencia aún. No quería que nadie la importunara con nimiedades, del tipo... "qué has comido hoy?" o bien... ¿quedamos para tomar una copa?. En todo el día no había comido nada, pero de copas ya estaba bien servida. En la mesa una botella de bourbon daba sus últimos suspiros después de haber sido escanciada una docena de veces por las manos ávidas y ágiles de la escritora frustrada. Frustrada. Llevaba toda la tarde repitiendo frases que luego borraba furiosa porque nunca cuadraban con lo que Lua quería contar. Se le escapaban las palabras, y sólo conseguía imaginar colores, los colores la inundaban y no dejaban sitio para nada más.

Colores que bailaban ante sus ojos. Azules y grises. Rojos y verdes. Morados, violetas, amarillos. El alcohol la hacía ver colores a todo alrededor, y eso la calmaba. Y la despistaba. Cualquier palabra que le venía a la cabeza de pronto se hacía humo y se convertía en un color inexpresable.
Su gata ahora era del color de las cerezas. Tenía los ojos de un negro azabache que brillaba y daba luz a toda la habitación, de modo que Lua no necesitaba encender la lamparita que siempre tenía encendida otros días en la mesita de noche.
Le gustaba la sensación de vértigo que le producía el alcohol.
Y no había hecho la cama. Para qué. Ya habría tiempo.
Su compañero de aquella noche no volvería. Había sido una noche de antología. Por supuesto no habían dormido. Le dolían todos los huesos de su cuerpo, después de tanta movida. De tanta deliciosa movida nocturna. En la vida había tenido una experiencia así, y ahora se había empeñado en escribirla. Pero no sabía cómo.

El teléfono no paraba de sonar. Tal vez fuera él. Pero no. Había dicho que no volvería a saber nada de él. Nunca. Jamás. Así que no se molestó en contestar. A pesar de que de pronto pensó que nadie más que él sabía que estaba allí. Se había despedido de todos los demás. De su familia. De sus amigos. De sus compañeros de trabajo. Y todos pensaban que había cogido aquél avión, y pensaban que estaría ya en su destino, esa ciudad enorme y lejana donde se suponía que pasaría los próximos dos años de su vida.
Pero no había llegado nunca siquiera al aeropuerto.
Antes se había encontrado con él. Y habían hablado como por casualidad. Fue un encuentro fortuito. Una de esas cosas tontas que pasan de vez en cuando. Un encontronazo al volver una esquina. Una mirada más intensa de lo que se puede considerar apropiado. Y luego todo comenzó a ocurrir rápidamente, sin que ninguno de los dos pudiera evitarlo. Y acabaron en casa de Lua, y ya no hablaron más.
Cuando se fue, ella aún no sabía su nombre. Porque en ningún momento se le había ocurrido preguntarle. Se despidieron deprisa, sin poder creer lo que había ocurrido, balbucenado apenas un "bueno... nos vemos", y luego él: "no, no volveremos a vernos..." torpe, torpe, torpe despedida. Ninguno había sabido estar a la altura de las circustancias. Ninguno fue capaz de retener ese momento único, que se les escapó de la manera más tonta.
Y el teléfono sonaba, pero Lua ya no lo oía. Ya sólo veía colores, colores en la pantalla del ordenador. Colores cambiantes en las paredes del cuarto. Teclas multicolores en el teclado, como un carrusel dando vueltas sin parar.
Colores.
Al final, se quedó dormida con el gato en sus rodillas.
Y al cabo de unas horas, ya el teléfono también se había dormido...

07 octubre 2006




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Sábado por la mañana. Me levanto un poco atontada, bueno, eso es normal, sólo que últimamente duermo un poco a trompicones, demasiados cambios, demasiadas incógnitas sobre el futuro. Ayer terminé el día inmersa en una tristeza extraña que no me dejaba expandirme y ver alrededor.
Tengo por delante una jornada que debería emplear en poner orden en mis cosas y trasladar todo lo que queda a mi nueva habitación. Mi nueva habitación va tomando forma, poco a poco. Es un nuevo rincón donde me esperan muchas horas que iré llenando con todo lo que se me vaya ofreciendo. Esta mañana se me ha llenado la habitación de música. He encontrado páginas nuevas, me han saludado gentes entrañables ya, gentes que me acompañan, me consuelan, me hacen reír, me sorprenden. Me regalan sonrisas, de esas que se encuentran en los árboles, que son gratuitas, que sólo tienes que alargar la mano y guardarlas en tu mesita de noche...

He adoptado un camello. Un camello de madera con asideros rojos y asientos verdes. Un balancín de un parque, que mi hijo el pirata se trajo un día después de encontrarlo (me dijo) abandonado en la calle, tirado de cualquier manera... Habrá que creerlo, me dije cuando lo metió en su cuarto. Y en su cuarto ha estado dando tumbos y dando guerra dos o tres meses, un incordio que sólo molestaba y con el que se tropezaba cualquiera nada más intentar entrar en la habitación.
El pirata ya se ha ido. Se ha llevado muchas cosas, entre otras un pedazo de mi corazón que se trasladó a la isla con él y allí se ha quedado, pero no se llevó el camello. No. El camello pesa demasiado, y aquí sigue. Ahora he desocupado la habitación, la he pintado, me he llevado la cama del pirata a otro sitio (esto la verdad me ha dolido bastante, ver desaparecer sus bártulos, pero así son las cosas...) He metido aquí mis pertenencias, y mientras, el camello ha estado dando tumbos, un trasto inútil con el que no sabíamos qué hacer.
Pero ayer, mientras colocaba la estantería y traía todos mis libros, trajinando sin parar entre estas cuatro paredes, miraba al animal-columpio de reojo de vez en cuando, y me traía recuerdos de las correrías del pirata. Y le fuí cogiendo cariño, mira tú por dónde...
He decidido adoptar al camello. Y le he buscado un rincón. No se le ven los ojos por ningún lado, pero me parece que me va a hacer compañía.
He puesto la música a todo volumen, toda la música que he estado coleccinando estos días, la música nueva que no pienso abandonar a partir de ahora (últimamente había abandonado costumbres...), he mirado al animalejo y le he dicho...
Aquí estamos, tío, aquí te quedas, así que a ver si te vas portando bien...

Un camello



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Sábado por la mañana. Me levanto un poco atontada, bueno, eso es normal, sólo que últimamente duermo un poco a trompicones, demasiados cambios, demasiadas incógnitas sobre el futuro. Ayer terminé el día inmersa en una tristeza extraña que no me dejaba expandirme y ver alrededor.
Tengo por delante una jornada que debería emplear en poner orden en mis cosas y trasladar todo lo que queda a mi nueva habitación. Mi nueva habitación va tomando forma, poco a poco. Es un nuevo rincón donde me esperan muchas horas que iré llenando con todo lo que se me vaya ofreciendo. Esta mañana se me ha llenado la habitación de música. He encontrado páginas nuevas, me han saludado gentes entrañables ya, gentes que me acompañan, me consuelan, me hacen reír, me sorprenden. Me regalan sonrisas, de esas que se encuentran en los árboles, que son gratuitas, que sólo tienes que alargar la mano y guardarlas en tu mesita de noche...

He adoptado un camello. Un camello de madera con asideros rojos y asientos verdes. Un balancín de un parque, que mi hijo el pirata se trajo un día después de encontrarlo (me dijo) abandonado en la calle, tirado de cualquier manera... Habrá que creerlo, me dije cuando lo metió en su cuarto. Y en su cuarto ha estado dando tumbos y dando guerra dos o tres meses, un incordio que sólo molestaba y con el que se tropezaba cualquiera nada más intentar entrar en la habitación.
El pirata ya se ha ido. Se ha llevado muchas cosas, entre otras un pedazo de mi corazón que se trasladó a la isla con él y allí se ha quedado, pero no se llevó el camello. No. El camello pesa demasiado, y aquí sigue. Ahora he desocupado la habitación, la he pintado, me he llevado la cama del pirata a otro sitio (esto la verdad me ha dolido bastante, ver desaparecer sus bártulos, pero así son las cosas...) He metido aquí mis pertenencias, y mientras, el camello ha estado dando tumbos, un trasto inútil con el que no sabíamos qué hacer.
Pero ayer, mientras colocaba la estantería y traía todos mis libros, trajinando sin parar entre estas cuatro paredes, miraba al animal-columpio de reojo de vez en cuando, y me traía recuerdos de las correrías del pirata. Y le fuí cogiendo cariño, mira tú por dónde...
He decidido adoptar al camello. Y le he buscado un rincón. No se le ven los ojos por ningún lado, pero me parece que me va a hacer compañía.
He puesto la música a todo volumen, toda la música que he estado coleccinando estos días, la música nueva que no pienso abandonar a partir de ahora (últimamente había abandonado costumbres...), he mirado al animalejo y le he dicho...
Aquí estamos, tío, aquí te quedas, así que a ver si te vas portando bien...

04 octubre 2006

...Y estoy perdiendo más cosas!





...Unas cuantas neuronas.
Muchas tardes con sus soles ponientes y con sus brisas vespertinas.
Un montón de sesiones de cine.
Un curso de imagen y sonido, por ejemplo. Y otro de pintura, y otro de inglés. Y una tarde de yoga a la semana.
Y alguna tarde de sentada larga en el sofá con un libro en la mano. O viendo una peli. O paseando por el Retiro. O dando un largo paseo para estirar las piernas.
Y estoy perdiendo la calma. Y la salúuuuu. Estoy perdiendo cachos de vida. Cachos enormes de vida.
Y cada vez estoy más mustia. Y estoy perdiendo también el coraje. Y por eso no me voy de aquí.
El pinganillo que tengo colgado en la oreja ocho horas al día me provoca migrañas insoportables. Y ansiedad. Mis ojos están perdiendo el brillo.


No encuentro mi zapato. Mi casa es un caos, pero la prefiero mil veces a esta silla horrorosa donde me paso ocho horas atrapada en esta cárcel.

Jj vino y dijo que se marcharía.

Y que tal vez no volvería nunca.


Pierdo asideros, también.

Me mareoooooooooooooooooooooooooooooo.


son las siete nada más


me dibujo...

01 octubre 2006

CREAR



Dar vida a algo con las manos.
Con el alma
Con los ojos
con el aliento que se agarra a la vida.
Ser algo que mueve las horas.
El espacio.

Formas.
Recuerdo: FORMAS...

a veces lo necesito
a veces lo echo de menos



CURIOSIDADES

Esta mañana, nada más encender el ordenador, me he encontrado este blog.
...




Por lo demás, sigo rodeada de trastos y me espera un día agotador, ayer pintamos el salón, la habitación de la nueva inquilina y el pasillo largo. La casa es un caos, y esta noche tiene que quedar ordenada y recogida. Aún falta una habitación por pintar, la que será para mí a partir de ahora. Será un día largo y difícil, y cansado, la verdad no sé si lo conseguiremos.
En otro orden de cosas, estoy pensando seriamente pedir ayuda a la bloggosfera, lanzar una petición al aire así como quien no quiere la cosa:
¿Alguien, por favor, tiene alguna sugerencia para ayudarme a cambiar de trabajo??

A ver si por casualidad a alguien se le ocurre contratarme...

Jejeje