09 noviembre 2006

Yo trabajo en un lugar parecido a este. Cada mañana llego y me coloco en una de esas especie de celdas frente al ordenador, me icrusto el pinganillo en la cabeza y me logo en el teléfono. Entro en el programa aplicación de la campaña que me corresponde y también en otro donde se registran las llamadas. Saludo a mis compañeros y empieza la jornada. En la campaña donde yo trabajo hay varios departamentos. Casi todos de recepción de llamadas excepto uno que es de emisión. A este último estaba yo asignada hasta no hace mucho tiempo. La emisión consiste en llamar a los nuevos clientes para verificar todos sus datos. El ritmo lo marco yo, solo piden hacer 6 verificaciones completas a la hora. Esto puede ser bastante fácil si encuentras a los clientes que te van saliendo en los registros, y otras veces es complicado porque o bien no te contestan, o salta el contestador, o el cliente no está seguro de sus datos ( esto también pasa de vez en cuando, aunque parezca difícil de creer), y en ese caso hacer los 6 registros resulta complicado, pero es una complicación sin demasiada importancia. El caso es que aquí dependes solo de ti misma si quieres, por ejemplo, ir al baño, o a subir unas cuantas escaleras para desentumecer músculos o cualquier cosa. Te levantas y ya está. No ocurre así si estás en un departamento de recepción de llamadas, en ese caso para que tu puedas salir tienes que comprobar antes que un número suficiente de compañeros están en su puesto, para que no se pierdan llamadas. Estás más atado a tu puesto, por así decir. Hay momentos relativamente tranquilos, si no hay muchas llamadas, pero hay otros más numerosos en que las llamadas son incesantes, y en cuanto acabas con un cliente te entra otro directamente. Y entonces el teléfono no deja de sonar, una vez, y otra, y otra... hasta que acabas odiando ese sonido de la llamada que se te mete en la cabeza y en las entrañas y llega un momento en que quisieras estampar el aparatejo contra el suelo y salir corriendo.

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