03 noviembre 2006

LUA EN EL PARQUE




Lua camina y no se da cuenta de que está cruzando la calle con el semáforo en rojo, con la maleta en una mano y la gata en brazos. Y de repente un bocinazo la saca de su ensimismamiento y la hace despertar de golpe. Mira sorprendida al conductor como pidiendo perdón y retoma su camino... Pero la gata se ha asustado y ahora se agarra a su cuello desesperada y maúlla como una tigresa, y Lua se da cuenta de que no podrá seguir mucho más tiempo en esas condiciones. Hay un parque cerca, a unos cuantos pasos, y se dirige hacia allí apresuradamente, arrastrando la maleta y tratando de contener a la gata cada vez más inquieta. Y se sienta en el primer banco de madera que encuentra, bajo un plátano pletórico de hojas amarillas, deja la maleta en el suelo y empieza a hablar a Dulcinea tratando de apaciguarla... Al final la gata se refugia en el regazo de Lua y empieza a ronronear, resignada.
Todo ha sido demasiado repentino, dos días fuera de este mundo. Pero Lua decide que no le importa, que aunque haya sido una decisión muy poco meditada seguirá adelante con ella. Da igual de qué manera ha llegado hasta aquí, ahora que ha ocurrido no perderá ese tren. Cambiará sus rutinas para siempre. Retomará su historia como un nuevo comienzo, algo se ha roto. Y si algo se ha roto es porque no andaba muy bien de cimientos. Y eso es suficiente. No sabe qué hará.
Piensa en la voz grabada en el teléfono. La voz de Adán, sus palabras. Intenta recordar qué decía.
-Lua tengo que verte otra vez. Contéstame por favor. Tengo que hablarte.
-Estoy aquí abajo, no me iré hasta que me contestes. Esta mañana cometí un error. Me fui demasiado deprisa. Ahora estoy aquí, Lua. Mira por la ventana. Estás ahí?

Extraño mensaje para grabar en un contestador. No deja un número de teléfono donde poder localizarle. No da una dirección. No se le ocurre llamar al timbre para que le abra la puerta. Sólo llama una y otra vez y deja mensajes sin sentido. Salvo en la última llamada. En el último mensaje ha dado una pequeña pista, una ligera huella en arenas movedizas.
-Lua sólo estaré en Madrid unos días. Me alojo en un hostal del centro, cerca de la calle Huertas. Pero no recuerdo ahora el nombre... Tengo un billete de tren para el viernes. El viernes me voy. Me voy al sur. Me voy al mar, Lua... No me contestas... Adios Lua... Lua...

Es agradable estar en ese parque. Casi no se oye el sonido de la ciudad, que por un momento parece alejarse. Ha cruzado una ardilla el camino de tierra delante de ellas y la gata se ha erguido asustada de repente, ha estirado el rabo y luego ha mirado a Lua con cara de no saber a qué atenerse... Pero qué boba eres, Dulcinea, sólo es una ardilla. Es más pequeña que tú!
Entonces cae en la cuenta de que no sabe qué hacer con la gata blanca. La gata blanca que la ha acompañado fiel durante mucho tiempo.
Cae la tarde. El sol acaricia sus manos y es una sensación cálida que le recuerda otras manos.
Cae la tarde y Lua no tiene donde dormir. No sabe dónde ir a dormir. Y no quiere dormir esta noche, además.
Quiere ir a Huertas. Quiere tomar una copa y pensar y que el alcohol le devuelva los colores perdidos hace tan poco tiempo. Los colores extraños y danzarines. No le importa que al final se vuelva todo rojo. Quiere cerrar los ojos con una copa en la mano y dejarse llevar. Bailar. Escuchar una música que la propulse como un cohete a las sensaciones nuevas encontradas.
No sabe muy bien qué quiere, pero sea lo que sea, lo empezará con una copa en la mano.
En Huertas.
Donde siempre es de noche.

12 comentarios:

  1. Verás tú que Lua va a acabar en el garito donde nos pusieron esa música que nos volvió locas aquella noche....Y no sé por qué me da que Adán debe de andar cerquita...ay..que nervios...
    Preciosa musica, mariajo. quién es??

    besos

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  2. Bueno, Pilar, esto está escrito muy deprisa, no está estructurado, me repito un montón. Son ensayos, etc etc etc.
    Pero es para obligarme a entrar en faena.
    Ya se verá...
    Un besote.

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  3. Bailar, bailar... no parar de bailar... bailando se olvida todo, se resuelve todo, y mañana será otro día. Resacoso, sí, pero otro día. Y quizá la perspectiva haya cambiado.
    Besos a Lua, a Dulcinea, y a ti claro.

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  4. qué valiente es Lua!!! y sí que vaya a Huertas que viene la luna llena y todo será aún mejor...

    Besos :)

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  5. Anónimo8:33 a. m.

    Adán se hospeda cerca de Huertas, Lua lo sabe y, apesar de ello o precisamente por ello, decide ir a Huertas. Está buscando un reencuentro.

    Besos María José.

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  6. Anónimo12:32 p. m.

    ¿Y si le vuelve a ver?

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  7. Missing: gracias, y seguro que Lua acaba bailando, sí. Un beso

    Tha: es verdad; la luna llena, ya está aquí, y claro, yo con esta ansiedad, la luna llena mezclada con esta lluvia... :)

    A pesar: sí que parece que quiere encontrarlo, quién sabe si lo conseguirá...

    Alvaro: bienvenido a esta mi casa!
    Si le vuelve a ver... a ver qué pasa.

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  8. Anónimo12:21 p. m.

    A ver Lua bonita; de beber nada, del chorvo menos. Y de bailar las musica que te pone la Marijo menos.
    Que triste por dios. Estas en el botánico te recojo en un suspiro y te llevo a picar unas cosillas y a bailar con música de subir, no de bajar. Y a ver tios de calendario y olvidan al bandarra. La gata no la sueltes. Chica sola con bicho de compañia liga seguro. Y despidete del centro que ahi vive el impresentable. Nos vemos caratriste

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  9. Carlos: que cambies la plantilla de tu blog de una vez, hombre. Que no se ven bien las fotos!

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  10. q envidia me está dando esta mujer!!; ha tomado una decisión y sigue hacia delante aún no estando segura de nada.
    Bueno, o no, igual está segura de todo....
    Bonito Mariajo, muy bonito. Sigue y cuéntanos más.

    Un beso

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  11. ¿Será este tuyo un relato terapéutico? Jajajaja.
    Me pareció una idea curiosa cuando supe de eso, escribir algo en segunda persona, historia donde canalizas sentimientos o dudas personales. Eso sí, debe tener final feliz obligatoriamente.
    Ya me dirás...

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  12. Dale un beso y un achuchón a la niña-gata.De mi parte.

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